SERES DE AGUA. CAPÍTULO 3.
Y llegó el tan ansiado día de la Asamblea. En la única gran azotea que todavía no se habían tragado las aguas. Todos los ciudadanos estaban allí, incluso los enfermos, los niños y ancianos. Algunos hacía mucho tiempo que no se veían, desde Los tres días del Sol, pero hicieron como si no se reconocieran entre sí.
Todos esperaban la aparición del alcalde, en silencio pero con expectación.
Y por fin se subió al palco improvisado. Era un tipo bajito con aspecto de enterrador, pero tenía una voz grave que llegó a todos con gran claridad:
-Ciudadanos. La situación empeora. El agua no da tregua. Hemos hecho todo lo posible en estos años por adaptarnos, pero aun mudándonos a la parte alta de la ciudad, no nos queda más tiempo. Sabemos que la inundación llegará también hasta allí, además no hay sitio para todos. Si nos trasladamos, ganaremos quizás unos meses, pero luego…
Lo más sensato sería restablecer las comunicaciones con el exterior y pedir ayuda. Podrían transportarnos con helicópteros y acogernos en otras ciudades. Pero todo depende de vosotros. Se decidirá en asamblea, como se ha hecho siempre en esta ciudad para bien o para mal. Si algún ciudadano tiene alguna propuesta que hable ahora. Le escuchamos.
Entre la muchedumbre crecía un murmullo.Los asistentes hablaban entre sí. Una mujer gritó:
-¡Nunca abandonaré mi ciudad!
Algunos asentían, otros callaban sin saber que decir. Entonces un hombre alto, con pelo canoso se subió al estrado. Algunos le reconocieron. Era un eminente psiquiatra que había sido muy famoso antes de la inundación. Luego se le había visto en contadas ocasiones y aunque al principio se le había pedido ayuda para tratar los síntomas depresivos creados por la catástrofe, nunca había vuelto a ejercer su profesión. El doctor habló:
-Ciudadanos, llevamos años luchando contra esta marea creciente con todos los medios a nuestro alcance.
Hemos perdido nuestras casas, nuestra antigua forma de vida, incluso a muchos de nosotros por el camino. ¿ Y todo para qué?. LLevo años pensando sobre ésto y he llegado a la conclusión de que estamos haciendo justo lo contrario de lo que deberíamos hacer. Éste agua es un ente vivo que se lo ha tragado todo sin piedad, es cierto, pero también es una fuente de vida si se lo permitimos de una vez por todas.¿A quien de vosotros no le gustaría volver a su casa, a su jardín, a su vida como era antes?.
En este punto la gente gritó desaforada:¡¡¡ Siiii, queremos volver, queremos recuperar nuestras vidas donde las dejamos!!!. El Doctor dejó que la gente se expresara y luego siguió hablando.
-Compañeros, tenemos la solución al alcance de nuestras manos. Aceptemos nuestro destino y convirtámonos en héroes. He descubierto que este agua no es como otras aguas. Hemos desarrollado habilidades que otros humanos no tienen. Podemos respirar bajo ella, tenemos branquias!! Somos mutantes adaptados al medio. ¿Es que no lo veis?.
Los ciudadanos se observaron unos a otros. Se abrieron sus ropas para buscarse las branquias. Por supuesto no estaban allí pero ellos creían que sí estaban. Entraron en paranoia colectiva, los que al principio pensaban que el psiquiatra había perdido el juicio, acabaron creyéndose todas y cada una de sus palabras. Incluso el alcalde sonreía mientras señalaba el lugar donde supuestamente estaban sus branquias. Se abrazaron unos a otros. Entonces el alcalde habló de nuevo:
-Ciudadanos, votemos entonces, que levante la mano quien quiera volver a casa…
Todos a uno levantaron la mano. Aceptaron de buen grado su nueva condición de seres acuáticos y deseaban recuperar sus vidas anteriores. ¿Se habían vuelto todos locos? Quizás sí o quizás no.
El alcalde continuó:- Bien, está claro que todos estamos de acuerdo.
El doctor gritaba: !!Hagámoslo ahora!! Ayudemos a los enfermos, ancianos y niños a bajar. A la derecha todavía quedan algunos escalones que conducen a la entrada de la Biblioteca, lo que era el centro de nuestra ciudad. Iremos juntos y pase lo que pase no miremos atrás. No hace falta que llevéis ninguna pertenencia, ahí abajo tendremos todo lo que necesitemos.
Y así, aquel nutrido grupo de seres pálidos se fue acercando a los escalones. Entraban en la riada negra como en manada. Nadie luchaba contra el agua, dejaban que les cubriera hasta sumergirse del todo. Algunos entraban abrazados a sus seres queridos, otros entraban solos. Los enfermos y los niños eran llevados en brazos por otros. Nadie lloraba, habían, por fin, aceptado su destino.
El agua se los tragó a todos, se formaron unas extrañas ondas en la superficie y se hizo el silencio. Entonces la marea comenzó a crecer, a crecer y a crecer hasta cubrir la parte más alta de la ciudad. El agua había ganado la guerra.
Desde el aire se veía sólo una gran laguna negra, no quedaba ningún vestigio de que allí, alguna vez hubo vida.

)