Los países cierran sus fronteras.
Fronteras que, como cicatrices sangrantes
necesitan puntos de aproximación.
Pero no es tan sencillo.
No lo pudo el Sol.
No lo pudo un invierno atroz.
Ni nosotros que vivimos confinados
hacia adentro de la piel.
Yo en mi isla.
Tú en un continente que lo contiene todo.
Metro y medio es la distancia física
entre mi respiración asistida
y tu electrocardiograma.
Mil millas es la distancia que apuntan
las brújulas que ya no funcionan
en los confines de la Tierra.
El Norte cayó en desgracia.
El Sur languidece.
Nada. Nunca.
Nada volverá a ser como antes.
Pero casi. Casi todo
volverá a resurgir.
El miedo es un factor de riesgo.
Sólo nos pueden salvar las batas blancas.
Díselo a aquellos que escriben versos
en las paredes sucias de esta ciudad gris.
Díselo.
Mientras todavía crezcan flores
en las grietas del cemento,
estaremos a salvo.